top of page

El Límite como Contacto

  • Foto del escritor: goizekoizarra
    goizekoizarra
  • 1 feb 2024
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 30 ene




Muy a menudo intento buscar razones. 

Si soy capaz de encontrar el motivo, la causa, el porqué... creo encontrar el espacio suficiente en mi interior para después sentirme tranquilo.

Aquí es donde me enredo. 

Un lugar donde desaparezco para encontrarme con la persona que mejor conozco, por la cantidad de años que hemos ido juntos agarrados de la mano.

De pronto, descubro el lado positivo de cada momento. 

Me digo que ha sucedido por casualidad. Sin embargo es necesario estar ahí, atento para ello. 

Una acción consecuente tras la desesperación, el cansancio, que me lleva a reconocer mi propia incapacidad. Llegar a este lugar supone horas de buscar por todos los rincones de mis capacidades y solucionar aquello en lo que estoy enredado.

Trabajo con maquinas. Es una elección propia.

Como todo en esta vida, las interacciones con otras personas, el desgaste y la propia complejidad de las mismas hace que, en momentos determinados la cosa no funcione. Pongo toda mi creatividad al servicio de lo que acontece y descubro mis propios limites.

Me niego a mi mismo, en un primer momento. 

Me obligo desde el, tengo que ser capaz. Por unos instantes parece que lo consigo.

Y cuando persiste el problema, comienzo a percibir el enfado que arrastra mi falta de herramientas para poder solucionarlo. Voy cargando el cuerpo y las reacciones consecuentes pueden ser, y a veces lo han sido, devastadoras para mi. Pero eso no importa. Lo prioritario es sacar toda esta energía por algún lado. Y basta que se cruce una persona en el camino, para que todo el barro que arrastro en mis botas, se lo restriegue por todo su cuerpo.

A pesar de que la situación se me ha ido de las manos, percibo lo acontecido como un fruto a tanta cabezonería.

Comienzo a reconocer que no puedo, que no tengo porque poder con todo, que no soy una barita mágica capaz de solucionar todos los problemas.

Poco a poco voy diciéndome en voz baja, - necesitas ayuda-. Suave, casi susurrado, para que no se de cuenta nadie de mis propias limitaciones, no vaya a ser que el mundo haga caer todo su peso sobre mi de golpe.

Y en cierto modo sucede. La persona a la que acudo para pedir ayuda, se decepciona.

Sabia de antemano, que esta decepción llegaría. De aquí el enredo de tratar de atrapar el máximo numero de granitos de arena, que por pequeños y grávidos, se me escapan entre los dedos.

Llega con gestos, con formas corporales. Me acompañan hasta el problema y si puedo me cojo toda la decepción. Que la otra persona quede liviana.

Entonces, comienza a invadir mi cuerpo una tristeza añeja, de años, de muchos años.

Reconocer en mi una impotencia tal, que es capaz de anular todo cuanto he puesto en valor en esta situación dada. Me dejo invadir por la decepción del otro. La frustración me viste de un traje oscuro y entre las sombras camino. He logrado desaparecer de nuevo, dándole mas valor al pegajoso sentimiento.

Transcurren siete horas y media en todo este proceso y al final, cuando la ayuda llega, mis atentos ojos descubren que estaba sucediendo, volviendo a restablecerse la normalidad.

El insight aparece como de la nada. La parte positiva de todo cuanto ha ocurrido, dejando de ser un día de mierda para convertirse en una jornada donde aprendo algo nuevo.

Sé, que volverá a pasar. Me reconozco en cada paso, y al comprender mis limitaciones, me doy el valor de no ser capaz, de permitírmelo, de volver a tropezar si es necesario. Refuerzo con ello, esta nueva conexión sináptica que mi cerebro acaba de crear. El camino ya esta arado. Ahora toca cuidarlo.

Así son los días en los que dejo de practicar. Retraso mis encuentros con el zafú, con mis piernas entrelazadas, con mi cuerpo sentado en posición y relajado, con la única voluntad de observar cuanto ruido hay delante del vacío.

Antes de acostarme. Antes de levantarme. Unos minutos para el encuentro conmigo, con lo que el día no me deja ver.

Ya esta en mi. Las conexiones están realizadas. Conozco el beneficio de la practica. Y de vez en cuando también doy paso a esa parte mas débil de mi, dejando pasar semanas e incluso meses, mirando de reojo lo que tanto me ayuda.

Es cierto que parar de vez en cuando unos instantes, en cualquier acción diaria me ayuda a recordarme que estoy conmigo. Y sin la practica diaria este darme cuenta en momentos puntuales no sería posible.


Entradas recientes

Ver todo

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page