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Petricor

  • Foto del escritor: goizekoizarra
    goizekoizarra
  • hace 2 días
  • 1 Min. de lectura

Olor a tierra mojada.


Así te percibo,

desde la llegada a este momento.


El llanto buscando un referente,

inundaba la sala de espera, el pasillo

y todos aquellos lugares por los que se deslizaba

el sonido de tu lloro.

Sabía que eras.

Estabas presente en mi sentido,

penetrando con pasión dentro.


A penas unos segundos nos separaban,

el tiempo que necesité para encontrarte

en aquella sala de partos,

donde comenzaban tu reconocimiento.


Un susurro emergió de mi


“ya estoy aquí”,


Y el sonido que emitías buscando respuesta,

cesó.


Me acerque sin saber como hacer,

si podía hacer.


Pero, me acerqué.


Tu cuerpo protegido por los placeres de la bolsa

en la que que te habías desarrollado,

cubrían una piel fina y delicada,

expuesta a los grados

nuevos para ti.


Fue entonces, cuando tatué en la amígdala

el aroma que desprendías.


Así llegaste.


Igual que la lluvia en una tarde de verano,

donde el sol había secado caminos, lindes y peñascos.


El agua comenzó a caer,

acariciando el terreno seco y baldío,

creando manantiales cristalinos

de formas diversas.


Geosmina,

y lo sigues siendo.


Como el faro en las noches de tormenta,

muestras el camino amplio y seguro.


Eres esa molécula que despierta mi sentido

y me guía hacia el agua,

que tanto necesito.


Lágrimas de un padre,

ablandando la tierra

sobre las que nuestros pies avanzan.




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