Tranquilidad
- goizekoizarra
- 1 ene 2024
- 1 Min. de lectura

La vida tiene sus pequeñas recompensas.
En mis horas de trabajo, por cuenta ajena, realizo la tarea definida desde el primer minuto. Una labor algo estresante y aun así, como me digo cada día, adelante con ello.
Tras hora y media de jornada, ordenado en mí el puesto que ocupo, se acerca la responsable del área algo acalorada, expresándome la necesidad de un cambio en mis funciones.
Dejo lo que estaba haciendo y sustituyo a una de mis compañeras.
De repente se produce un movimiento interno dentro del grupo. Esta aquí, yo allí, aquella vuelta al otro lado. El enfado se masca y es que a veces el chicle toma cientos de formas.
En media hora mi función estaba organizada, comenzando a dar salida a todo lo que el momento requería.
De pronto, se acerca y me dice, -te he cambiado por que empezaba a estar un poco nerviosa y se que tú, me tranquilizas-.
Me llegaron sus palabras como un torrente fresco y sorprendido, asumí, agradecí todas ellas como un tesoro, llevándomelas conmigo.
Me ofreces tranquilidad.
Tranquilidad que llega tras esos espacios de silencio interno a los que dedico algún que otro minuto del día. Una calma que encuentro, a pesar de esta cabeza que no para.
Desde mí, a veces no percibo esta tranquilidad que me devuelven. Y sí, esta conmigo.
Aprecio que otras personas se acerquen para contagiarse de mi estado, de la misma manera que me acerco a embadurnarme del suyo.
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