Respuestas Sin Preguntas
- goizekoizarra
- 9 sept
- 1 Min. de lectura

La llegada a Sevilla,
mucho mas templada que en ocasiones anteriores.
¿Nervios?
Si, ante lo desconocido.
Miedo, dirían otros.
También.
Pero toca ya darme cuenta,
que la necesidad de defenderme
ante los maestros y maestras,
viene siendo una escusa,
viajar hacia el mundo interno,
navegar por la oscuridad que me niego a diario,
es lo que busco en este viaje.
Decenas de almas con necesidad de su propio viaje.
Murmullo, que sube y baja
colapsan mi sistema.
Demasiada información.
Comienzo a sentirme pesado
de hombros hacia arriba.
Si algo nos diferencia,
es esa capacidad para estar abiertos,
muchas veces sin darnos cuenta de la exposición.
Y a mi me llega.
Recojo sin querer evitarlo parámetros,
que necesariamente me sirven para vivir
rodeado de tanta gente.
Tanteo desde el presente cada uno de los encuentros.
Surge la frustración por descubrir en el otro
las grietas por las que escapan.
Se acerca el enfado,
el me ha visto de lejos.
De reojo, le sigo.
Y al momento que llega a mi altura,
levanto mi cuerpo para honrarle y decirle,
-lo siento, búscate a otra persona-.
Me empeño,
voluntariamente,
en descubrir mas allá de las faltas,
que bajo mi criterio me alejan,
para acercarme,
reconociéndome inexperto en estos temas.
Así comenzaba el viaje del alma,
donde varias preguntas acudieron,
sin saber que estaban.
Encontrando primero las respuestas,
descubrí las cuestiones tras las que me ocultaba.
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