Quiero Ser el Mejor
- Luis A. M. R
- 31 oct
- 2 Min. de lectura

Observo a ese niño, ya adulto,
que entre lagrimas balbucea.
Quiere expresarse,
y sentirse un poco mas libre.
En ello hay una pequeña trampa.
He visto la sombra esconderse.
Nos vamos conociendo y
la atención esta mas desarrollada,
y veo sus movimientos.
Sé que exigir mas esfuerzo
habla de mi mismo,
de lo que yo mismo puedo dar o estoy dispuesto a dar.
Mucho.
Puede que a los ojos externos
no se vean realmente
las piedras raras y materiales preciosos
que escondo.
Están.
Este niño, ya adulto,
hubiera entregado a su progenitor todas esas riquezas,
sin dudarlo.
Por una mirada, una caricia,
o un tierno abrazo.
Por una explotación de mis propias capacidades,
por llevarme a limites desconocidos,
por hacerme creer que puedo alcanzar la luna.
Hubiese implicado su presencia,
en alguna de sus formas.
Ausencia, total.
Y la respuesta es obvia.
Lleve mi cuerpo a limites desconocidos,
estuve a punto de alcanzar la luna,
cuando la roce con los dedos.
Me exploté a mi mismo llevando la atención,
a un control absoluto de la situación.
Deje de necesitar tiernos abrazos, caricias o miradas.
Creí que ese era el camino.
El mismo me lo enseñó,
sin palabras, sin consejos, sin nada.
Pero lo aprendí.
Y ahora a este niño, ya adulto
le muestran el mejor de los regalos.
Sabe que al expresarse,
puede provocar una respuesta deseada.
En su fuero interno, lo quiere.
Ha jugado a este juego
durante muchos años.
Por ello coge de uno de los lazos, estira.
Percibe el miedo a esa sorpresa,
lo intuye al ver la sombra jugar con la otra lazada.
Rápidamente rompe el papel y ahí está,
cruda realidad para la cual no estaba preparado.
- Aita- dice el niño –
yo,
no quiero ser el mejor-.




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