Difíciles Decisiones
- goizekoizarra
- 19 ago
- 1 Min. de lectura

Un instante después de tu ausencia física,
aparece un sentimiento que apela
a esa emoción tantas veces escondida.
Un tristeza que tiene que ver conmigo.
Vacío, sorprendentemente inocuo.
Me reconozco en la emoción
que se hace vida propia en mi.
La dejo estar.
Habita el personaje.
Lo cubre con su aliento.
El abrazo que busco,
antes de la despedida,
lo hace un poco más difícil.
Decido no mirar atrás,
porque mirar atrás y no encontrar su mirada
es habitar la frustración del deseo interno.
Quizás él, hace lo mismo.
De vuelta a casa y
al silencio de un cigarro que
suavemente se va prendiendo
me encuentro con esto
que voy desgranando.
Hay un hueco completamente vacío,
ausente,
pegajoso apego que no quiere separarse.
Ligeras presencias de horas pasadas,
de días de reencuentros
tu y yo,
al cien por cien.
De reojo, miro a mañana,
estás muy cerca,
y aun alentándome,
me tiemblan las manos
tras el contacto físico de minutos antes.
Necesidad de estar, de seguir juntos.
El sentimiento es poderoso,
ratos presentes que cuentan,
que me unen con la utopía,
de querer estar siempre.
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